Lo único necesario: Su Amor!

Por Cristo, con Él y en Él..






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Vivimos escondidas con Cristo en Dios

Mientras otros hermanos oran juntos
en la Liturgia de las Horas
Nosotras estamos orando en soledad en nuestras Celdas
Con Jesús en el Sagrario



Aunque estamos unidos  todos
 en un solo corazón y una sola alma,
¿por qué está vocación en soledad?

Nuestro lugar en la Iglesia
En el corazón de la Iglesia
Palpitante de Amor
Es el Tálamo Nupcial

Lugar de intimidad


Lugar del encuentro
Del compromiso
De la entrega



Como Jesús en la Cruz
Se nos entregó
Por entero
Así nos damos a Él, 
sin medida
En una vida siempre nueva:

Renovada por el Amor.

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El Tálamo Nupcial es ese lugar íntimo y secreto, lejos de las miradas humanas dónde se realiza el encuentro de los esposos, donde renuevan el deseo y voluntad de comprometerse, en una entrega mutua, a vivir el uno para el otro y en todas las circunstancias de la vida, agradables y desagradables, salud y enfermedad, sin separarse nunca.
Dios ha hecho así la relación humana del hombre y la mujer como figura de lo que Él es. Su Amor Divino lo ha manifestado en lo humano por medio de Jesucristo

Su entrega en la cruz ha sido la máxima expresión del AMOR verdadero.

JESUCRISTO, Dios Hombre, en quién habita toda la plenitud de la Divinidad, que es decir, en quien habita la SANTÍSIMA TRINIDAD, o mejor, son UNO, a quien el Padre entregó todo poder en el cielo y en la tierra, nos ha amado con SU Amor, de Infinita y Soberana Potencia, y de su CUERPO HUMANO, de su Costado abierto hace nacer su Esposa, LA IGLESIA

Nosotras como vocación y espiritualidad nacemos de ese Costado abierto; el ser Esposas, esa esponsalidad nos la da, nos la comunica Él mismo: EL ESPOSO, y con mayúscula porque únicamente de Él proviene la realidad de los esposos humanos,  que son eso: una figura, un signo de Su Amor y Fecundidad.

Por eso decimos que el Tálamo Nupcial es también esa Cruz, dónde Jesús duerme luego de su entrega sin límites, abriendo su pecho dulcísimo para dar Vida a su Esposa.

Esta Alianza Eterna conlleva  tener la misma Vida de Jesús en nosotras y consecuentemente,  por participación, el poder de dar vida y fecundidad  a la Iglesia.


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LA SÉPTIMA MORADA

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